En México, la violencia de género se cierne como una sombra oscura, revelando una crisis profunda que afecta a las mujeres de todo el país. Según el portal oficial del Gobierno de México, el feminicidio se define como el acto de privar de la vida a una mujer por razones de género. Esta definición, pese a su claridad, no refleja la magnitud del problema: cada año, aproximadamente 3,000 mujeres son asesinadas en México, pero solo un 24% de estos casos son reconocidos legalmente como feminicidios, de acuerdo con información recopilada por el periódico El País.
Este no es un fenómeno reciente; en los últimos cinco años, la incidencia de este delito ha escalado alarmantemente, registrando un incremento del 121%. Frente a esta realidad, instituciones como la Comisión Estatal de Derechos Humanos han intensificado sus esfuerzos por sensibilizar a la población, llevando a cabo experimentos sociales en diversos polígonos para fomentar un cambio cultural hacia el respeto de la mujer.
La Presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Lic. Karla Alejandra Obregón, destaca la importancia de estas acciones, señalando cómo, a través de intervenciones directas y conscientes, se han logrado avances significativos en áreas donde antes no existía una cultura de respeto hacia las mujeres. Estos esfuerzos, sin embargo, se enfrentan a un sistema judicial que no siempre responde con la eficacia necesaria. Según Mexicanos contra la Corrupción, de 7,246 feminicidios reportados en la última década, apenas 1,690 han resultado en condenas, lo que significa que solo el 23.32% de estos crímenes han encontrado justicia en los tribunales.
La Diputada local y defensora de los derechos de la mujer, Marisol Carrillo Quiroga, lamenta la persistencia de la violencia de género, afirmando que las promesas de reducir este flagelo se han desvanecido en el tiempo. La creciente cifra de feminicidios, ya sean clasificados como tales o no, es un testimonio de la inseguridad que continúan enfrentando las mujeres en México.
Este escenario demanda una reflexión urgente y acciones concretas por parte de todos los sectores de la sociedad. La lucha contra el feminicidio no solo es una cuestión de justicia penal, sino también de un cambio cultural profundo que garantice a todas las mujeres un entorno seguro y libre de violencia. La batalla es ardua, pero es imprescindible para construir un país donde el respeto y la igualdad sean la norma, no la excepción.