La identidad de género, una de las facetas más complejas de la individualidad humana, se construye a partir de la percepción personal de cada individuo sobre su propio género y no responde únicamente a factores biológicos. A diferencia del sexo biológico, que se expresa de tres formas ?hembra, macho e intersexualidad?, la identidad de género va más allá de las características físicas y de los cromosomas, tocando aspectos subjetivos que varían de una persona a otra.
El sexo biológico está determinado por componentes físicos como los cromosomas y los órganos reproductivos. Las personas clasificadas como hembra tienen cromosomas XX y aparato reproductivo femenino, mientras que los clasificados como macho tienen cromosomas XY y aparato reproductivo masculino. Existen también personas intersexuales, cuya condición biológica les otorga características de ambos sexos. Estos factores son invariables; sin embargo, la identidad de género no sigue las mismas normas.
La identidad de género fluye entre lo masculino y femenino, adaptándose a la percepción individual, y no existe una norma universal que la defina. A medida que aumenta la aceptación social hacia la diversidad, las personas encuentran mayores espacios para expresar su identidad de género, pero las barreras culturales y familiares aún impiden que muchos puedan vivir su género abiertamente.
Es importante entender que la identidad de género no es un proceso biológico, sino un reflejo de la percepción personal. La forma en que cada persona se identifica responde a un proceso interno y subjetivo, que depende de cómo se percibe a sí misma y no de su composición biológica.