La sequía prolongada en Durango, que ha durado siete años, nos deja una lección clara: debemos cuidar mejor el agua. Sin embargo, no todos parecen haber aprendido esta lección. El abuso en el uso del recurso sigue siendo un problema, y aunque las lluvias recientes han ofrecido un respiro, es fundamental adoptar prácticas más sostenibles. Casos como el de Monterrey, que hace casi dos años enfrentó una crisis hídrica, deben servir como advertencia para evitar situaciones similares en nuestra región y buscar soluciones adaptadas a nuestra realidad.
Luis Fernando Uc Nájera, ex titular de CONAGUA en Durango, destaca que la temporada de lluvias en la región es limitada, con apenas 90 días al año y una captación promedio de 500 mm, muy por debajo del promedio nacional de 777 mm. Esta escasez obliga a tomar medidas más efectivas para aprovechar cada gota.
El suelo en Durango, compuesto mayoritariamente de arcilla, tiene una baja capacidad de absorción, lo que complica la recarga de los mantos freáticos. A diferencia de otras ciudades como Ciudad Juárez, donde el suelo arenoso facilita la filtración del agua, Durango enfrenta condiciones más adversas. Por ello, no es viable replicar soluciones de otras regiones sin considerar nuestras particularidades.
Más allá de captar el agua de lluvia, el enfoque debe estar en preservar el agua disponible tanto en los mantos freáticos como en las presas, que lentamente se han recuperado. Una de las opciones viables es implementar jardines de lluvia en espacios públicos y privados, que permiten captar y aprovechar el agua de manera eficiente.
La verdadera solución radica en el cuidado del medio ambiente. Esto implica no solo proteger nuestros recursos hídricos, sino también adoptar una visión integral que considere la conservación del suelo en la Sierra Madre y la gestión responsable del agua en toda la región. El futuro de Durango depende de cómo respondamos a estos desafíos.