Cada año, miles de jóvenes eligen una carrera profesional sin tener claridad sobre su vocación o habilidades reales. La mayoría toma esta decisión a los 18 años, en una etapa marcada por la presión familiar, expectativas sociales y mensajes culturales que a menudo dejan de lado el interés genuino por una profesión.
La orientación vocacional, aunque disponible, no siempre es tomada en serio o llega demasiado tarde. En muchos casos, los estudiantes se inclinan por una carrera por imposición de los padres o por seguir modelos impuestos en redes sociales, sin un plan de vida definido ni conciencia plena de lo que implica su elección. Esto puede traducirse en abandono escolar, cambios de carrera o, en el largo plazo, frustración laboral.
Además, el entorno digital ha modificado las expectativas de los jóvenes. La inmediatez con la que consumen contenidos o acceden a ciertos estilos de vida también afecta sus decisiones. Algunos buscan opciones profesionales que prometen éxito rápido o menor duración académica, aunque no respondan a sus capacidades o intereses.
En México, 7 de cada 10 estudiantes de bachillerato no saben qué carrera universitaria elegir, y entre el 30 y 40% de los jóvenes se equivocan en su elección. A nivel nacional, la deserción universitaria se ubica entre 7.5% y 8.5%. En 2024 en Durango, el 40% de los jóvenes no concluyeron el bachillerato.
El resultado es preocupante: egresados que no se identifican con su formación, falta de compromiso con el trabajo y una sensación de vacío en su vida laboral. Especialistas en educación advierten que el problema no es solo individual, también impacta en la productividad y estabilidad del mercado laboral.
La decisión sobre qué estudiar no debería estar marcada por la prisa o la presión. Requiere información, acompañamiento y reflexión desde etapas previas de la educación media superior.