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27 de Noviembre del 2024
Sociales

Juan es bolero desde 1994 en la Plaza de Armas

Juan es bolero desde 1994 en la Plaza de Armas
Por: Luis Carlos Bruciaga
Durango
22-09-2023

Para el señor Juan, el oficio de ser bolero es mucho más que un trabajo; es una tradición familiar que se remonta a generaciones pasadas. Su padre, con admirable dedicación, se sumergió en este oficio en el lejano año de 1949, y desde entonces, el señor Juan ha continuado esta noble labor durante más de tres décadas. A lo largo de su carrera como bolero, ha tenido el honor de atender a una amplia variedad de clientes, entre los que destacan políticos, empresarios y hasta personas del medio artístico.

El oficio de bolero, a primera vista, podría parecer sencillo, pero en realidad requiere una práctica constante y un esfuerzo incansable para alcanzar la maestría. Es un oficio que a menudo pasa desapercibido en la cotidianidad, pero que ha estado presente en nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales. Para el señor Juan, ser bolero es más que lustrar zapatos; implica una conexión profunda con la gente y la comunidad.

Uno de los aspectos más fascinantes de esta profesión es la diversidad de personas que acuden a los boleros. Políticos, cuyos pasos en la vida pública a menudo están acompañados de discusiones y decisiones trascendentales, buscan un momento de pausa y cuidado para sus zapatos. Empresarios, cuyas preocupaciones a menudo giran en torno al éxito y la competencia, se encuentran en el bolero un breve respiro para sus pies y sus pensamientos. Incluso personas del medio artístico, cuyas vidas están inmersas en la creatividad y la expresión, valoran la atención meticulosa que un buen bolero puede brindar.

El bolero no es solo una cuestión de destreza manual; es una vocación que, en muchas ocasiones, exige ser un confidente y consejero de los clientes. El señor Juan nos revela que, a lo largo de los años, ha escuchado innumerables historias y confidencias de aquellos que se sientan en su silla. En esos momentos efímeros mientras lustra un par de zapatos, se convierte en un confidente silencioso, alguien en quien los clientes confían para compartir sus alegrías, preocupaciones y reflexiones más profundas.

El oficio de bolero, en su simplicidad aparente, encierra la riqueza de la interacción humana. Va más allá de una transacción comercial; se convierte en un punto de encuentro entre individuos de diferentes trayectorias y circunstancias. Es un recordatorio de que, detrás de cada par de zapatos, hay una historia única, una vida vivida con sus alegrías y desafíos.

En un mundo que a menudo se centra en la rapidez y la eficiencia, la profesión del bolero nos recuerda la importancia de la atención personal y el valor de las conexiones humanas. El señor Juan y sus colegas no solo lustran zapatos; cuidan y escuchan a las personas. Y en ese acto de atención y empatía, se encuentra la verdadera riqueza de su oficio.





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