Fer enfrenta una batalla diaria que, aunque invisible a muchos, marca profundamente su experiencia escolar. Apasionado por el fútbol pero no el más habilidoso, Fer descubrió recientemente que el juego amistoso de la "cascarita" podría convertirse en un campo de exclusión y aislamiento. Un grupo de compañeros, en un giro cruel, transformó las clases y los recreos en escenarios de abucheo y rechazo, iniciando un ciclo de bullying que lo dejó marginado, invisible para sus pares.
Este relato no solo refleja la travesía personal de un niño, sino que también destapa una problemática extendida en las instituciones educativas: el acoso escolar. La "Ley del Hielo", una forma de bullying menos perceptible pero igualmente devastadora, pone de manifiesto la necesidad de una intervención oportuna y eficaz por parte de las autoridades educativas.
Frente a esta adversidad, la responsabilidad recae no solo en los hombros de los maestros, encargados de identificar y frenar el abuso, sino también en los padres, quienes, ante la omisión, pueden y deben buscar el apoyo de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Esta instancia se convierte en un faro de esperanza, ofreciendo un camino hacia la justicia y el bienestar emocional de los afectados.
Los resultados de las estadísticas son alentadores: la mayoría de los casos de bullying son efectivamente gestionados, gracias a la intervención coordinada de todas las partes involucradas ?víctimas, agresores, docentes y familias?. Más allá de controlar el acoso, estas acciones han permitido identificar a jóvenes en situaciones de vulnerabilidad extrema, incluyendo aquellos con pensamientos suicidas.
El acoso escolar es un fenómeno con múltiples facetas y, como tal, requiere de un abordaje multidisciplinario. Los protocolos existen, pero el eslabón crítico es asegurar que los educadores estén debidamente capacitados para detectar señales de alarma y actuar sin demora. En Durango, el desafío es claro: transformar las aulas en espacios seguros, donde el respeto y la inclusión sean los pilares de la convivencia diaria. La lucha contra el bullying es, en esencia, una lucha por el futuro de nuestros niños y jóvenes, una misión en la que todos tenemos un papel que desempeñar.