En México, la cultura de la lectura enfrenta un estancamiento significativo, con estadísticas que revelan que los mexicanos leen, en promedio, uno o dos libros al año. Este dato persistente refleja un desafío constante para los programas oficiales destinados a fomentar el hábito lector en niños, adolescentes y adultos, que hasta ahora no han logrado incrementar significativamente estos números.
El dilema, sin embargo, trasciende la cantidad de lectura. La preferencia por los formatos de lectura ha experimentado una transformación notable, con una disminución en la venta de libros impresos, especialmente los textos académicos. Esta tendencia se atribuye, en parte, a la colaboración entre dueños de negocios de copiadoras y algunos docentes universitarios, quienes parecen favorecer la distribución de material fotocopiado o digitalizado en detrimento de los libros oficiales.
Las bibliotecas públicas, tradicionalmente refugios de estudiantes universitarios en busca de conocimiento, han visto mermada su afluencia. La Biblioteca Central del Estado "José Ignacio Gallegos Caballero" reporta una reducción del 70% en su uso, un cambio atribuido al giro hacia las copias y formatos PDF, muchos de los cuales se adquieren de manera ilegal. Este fenómeno no solo subraya el impacto de la tecnología y la búsqueda de alternativas económicas sino que también pone en evidencia una transformación en el modo en que las nuevas generaciones acceden al conocimiento.
A pesar de este panorama, emerge una luz de esperanza en la revalorización de los libros impresos. La clave podría residir en inculcar el amor por la lectura desde la infancia, mostrando a los más jóvenes el placer y el valor inherente en el acto de leer libros físicos. La tecnología, si bien ofrece inmediatez y accesibilidad, no sustituye la experiencia sensorial y el vínculo emocional que se establece con un libro impreso.
En este contexto de cambios y desafíos, el futuro de la lectura en México parece depender de un equilibrio entre adaptarse a las nuevas tecnologías y preservar el aprecio por los libros impresos. Promover la lectura en todas sus formas, respetando las preferencias individuales mientras se fomenta la exploración de diferentes medios, podría ser la estrategia que finalmente eleve los índices de lectura en nuestro país.