José Guadalupe Garza Rodríguez, conocido como Lupillo, tuvo una infancia en el campo, rodeado de gallinas, caballos y el negocio familiar de agregados para ladrilleras. Aunque no destacó en la escuela, encontró su fortaleza en el trabajo duro. A los 13 años comenzó a manejar camiones, primero para su familia y luego para una empresa maderera. Sin embargo, un accidente laboral marcaría un antes y un después en su vida.
Un tronco cayó y le fracturó la espina dorsal, provocando una lesión medular irreversible. Este diagnóstico, que implica la pérdida total o parcial de funciones motoras y sensoriales, lo condenó a una silla de ruedas. Un médico que apenas iniciaba le dió, sin tocarse el corazón, la noticia: no volvería a caminar. Esa noche lloró y recuerda la falta de empatía. En México, más de 3 millones de personas padecen discapacidad motriz, siendo los accidentes la principal causa, especialmente entre jóvenes de 18 a 36 años.
Lupillo enfrentó el impacto emocional y físico con valentía, encontrando en su familia un bastión de apoyo. Sin embargo, su círculo de amigos no ofreció el respaldo necesario, lo que lo llevó a buscar consuelo en el alcohol. Esto no solo agravó su situación, sino que también lo enfrentó a un "infierno paralelo", como él mismo lo describe.
A pesar de las adversidades, Lupillo comenzó un proceso de introspección y superación. Reconoció sus errores y luchó contra su peor enemigo: él mismo. Su historia refleja las dificultades que enfrentan muchas personas con discapacidad en México, no solo por las barreras físicas, sino también por la falta de comprensión y apoyo emocional.
Hoy, su experiencia es un recordatorio de la importancia del acompañamiento integral para quienes enfrentan una discapacidad. Además, resalta la necesidad de medidas preventivas y mayor conciencia sobre la seguridad laboral para reducir el número de víctimas de accidentes que, como Lupillo, ven transformadas sus vidas de manera irreversible.