La violencia en la sociedad ha aumentado considerablemente, y, lamentablemente, los menores están cada vez más expuestos a este tipo de situaciones. Según expertos en salud mental, los niños que crecen en ambientes violentos tienen una mayor probabilidad de repetir, normalizar e incluso perpetuar este tipo de conductas. Aunque existen casos en los que un menor expuesto a la violencia no desarrolla comportamientos agresivos, en la mayoría de las situaciones, los menores pueden volverse violentos consigo mismos o con quienes los rodean.
Los psicólogos señalan que el impacto de la violencia en los menores puede manifestarse de diversas formas, como problemas de conducta, dificultades emocionales y un desarrollo cognitivo afectado. Este entorno hostil puede influir negativamente en su capacidad para formar relaciones saludables y desarrollar habilidades sociales, además de aumentar el riesgo de involucrarse en conductas delictivas en el futuro.
Una solución propuesta por los expertos para mitigar estos efectos es la implementación de una crianza afectiva, es decir, un enfoque que promueva el amor, la comprensión y el apoyo emocional hacia los niños. Este tipo de crianza busca crear un entorno seguro y estable donde los menores puedan desarrollar su autoestima y aprender a gestionar sus emociones de manera adecuada. Los psicólogos también recomiendan que los niños se mantengan alejados de los conflictos en el hogar, ya que los problemas familiares pueden generar un estrés emocional considerable en ellos, afectando negativamente su salud mental y bienestar general.
Además, es fundamental que los padres o cuidadores brinden atención a las señales de alerta en los niños, tales como cambios bruscos de comportamiento, actitudes agresivas o retraimiento social. Estos indicadores pueden ser síntomas de que el menor está siendo afectado por la violencia a la que ha estado expuesto. Buscar ayuda profesional en estas circunstancias es crucial para garantizar el desarrollo saludable del niño.
El papel de la sociedad también es importante en la prevención de la violencia infantil. La creación de entornos seguros, tanto en las escuelas como en las comunidades, y la promoción de programas de educación emocional pueden ayudar a reducir la exposición de los menores a la violencia. También es esencial educar a los padres y cuidadores sobre las consecuencias de la violencia en el desarrollo infantil y proporcionarles las herramientas necesarias para criar a sus hijos en un ambiente afectuoso y libre de conflictos.