La obesidad infantil no es solo una cuestión de apariencia, es un problema de salud que puede afectar a los niños desde edades tempranas. Tener sobrepeso no solo limita su desarrollo físico y emocional, sino que también aumenta el riesgo de padecer enfermedades que antes solo se veían en adultos, como diabetes tipo 2, hipertensión y colesterol alto.
Este problema no distingue edades. Incluso niños en etapa preescolar pueden presentar signos de obesidad, lo que aumenta la probabilidad de que mantengan este problema en la adultez. Las consecuencias van más allá de la salud física. La baja autoestima y la depresión son frecuentes en menores con sobrepeso, afectando su bienestar emocional y su desempeño en la escuela y la vida social.
El índice de masa corporal (IMC) es una herramienta clave para detectar el sobrepeso infantil, pero no basta con medir el peso de un niño para saber si hay un problema. Factores como la genética, la alimentación y el nivel de actividad física juegan un papel importante.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, México puede ser considerado como un país mayormente mal nutrido, ocupa el primer lugar en obesidad infantil. Las dietas deficientes provocan malnutrición en la primera infancia. El 92% de niños y niñas entre 5 y 11 años, consumen bebidas azucaradas y más del 50% consumen botanas, dulces y cereales procesados.
Las complicaciones de la obesidad infantil no se limitan al presente. Un niño con obesidad tiene una alta probabilidad de convertirse en un adulto con enfermedades crónicas. Problemas cardiovasculares, apnea del sueño, enfermedades hepáticas y daño articular son solo algunas de las consecuencias.
Prevenir la obesidad infantil requiere cambios en la alimentación y mayor actividad física. La responsabilidad no recae solo en los niños, sino en los padres, las escuelas y la sociedad en general.