La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido una advertencia dirigida a adultos de todo el mundo: limitar la ingesta de sal a menos de 2000 miligramos diarios, aproximadamente menos de una cucharadita, para combatir el incremento de enfermedades crónicas. A pesar de esta recomendación, muchas familias continúan superando esta medida, exponiéndose a riesgos significativos para la salud.
La sal, aunque un componente esencial en una dieta equilibrada por su aporte de sodio, en exceso puede ser perjudicial. El consumo excesivo está vinculado con un aumento de afecciones crónicas y complicaciones serias para órganos vitales como el corazón y los riñones, además de afectar la microcirculación, elevando dramáticamente el riesgo de hipertensión arterial y diabetes.
En un intento por combatir esta problemática, en 2013 se lanzó una campaña innovadora para incorporar "saleros virtuales" en las mesas de los restaurantes, con la esperanza de reducir el uso indiscriminado de sal. Sin embargo, una década más tarde, las estadísticas muestran que la mayoría de los comensales continúan añadiendo sal adicional a sus alimentos, evidenciando la persistencia de hábitos alimenticios arraigados.
Este patrón de consumo no distingue edad, afectando tanto a jóvenes como a adultos mayores. Curiosamente, la moderación en el consumo de sal generalmente se observa solo después de un diagnóstico médico, aunque, en muchos casos, incluso una advertencia médica no es suficiente para inducir un cambio.
Según la OMS, regular el consumo de sal no solo es una medida preventiva, sino también un potencial salvavidas. Se estima que ajustar la ingesta de sal podría prevenir hasta 2.5 millones de muertes anualmente. Además, para 2023, las enfermedades cardíacas, potenciadas por dietas altas en sodio, continúan siendo la causa principal de muerte a nivel nacional. Y es que en México, la misma OMS afirma que se consume un 150% más de la sal recomendada.
Ante este escenario, es imperativo un cambio en la cultura alimentaria, donde la educación sobre los riesgos del exceso de sal y las estrategias para una alimentación más saludable sean prioritarias, apuntando hacia un futuro donde la salud pública pueda mejorar significativamente reduciendo este simple condimento.