Sobrevivientes de meningitis y familiares de las 41 víctimas mortales de esta enfermedad realizaron una marcha pacífica esta tarde de sábado, recorriendo la Avenida 20 de Noviembre hasta la Catedral. Durante el trayecto, su mensaje fue claro: exigen justicia tanto para las mujeres que perdieron la vida como para aquellas que aún enfrentan las secuelas de esta grave afección. Los manifestantes denunciaron sentirse abandonados por las autoridades gubernamentales y exigieron la atención del gobernador del estado ya que la situación sigue siendo crítica para quienes luchan contra la enfermedad y para los niños y familiares que han perdido a sus seres queridos y que han dejado de recibir los apoyos que autoridades habían prometido.
A dos años del primer fallecimiento, el dolor de aquella tragedia en Durango persiste, y los afectados demandan respuestas y un apoyo efectivo de las instituciones responsables. Esta marcha representa no solo un acto de memoria, sino también una exigencia de acción. Las víctimas y sus familias merecen un compromiso claro por parte del gobierno para esclarecer los hechos y garantizar la salud pública.
La crisis de meningitis en Durango ha dejado una huella profunda en la comunidad, con 41 muertes y numerosas sobrevivientes que continúan enfrentando las secuelas de esta enfermedad devastadora. La situación en varios hospitales privados de la ciudad ha sido alarmante, generando incertidumbre y miedo entre los ciudadanos. Tras más de dos años de sufrimiento y desinformación, es imperativo que las autoridades atiendan el clamor de quienes han perdido a sus seres queridos y de aquellos que todavía luchan contra esta grave enfermedad.
Los testimonios de quienes han perdido a seres queridos son desgarradores. En particular, los niños que han quedado huérfanos tras la muerte de sus madres enfrentan un futuro incierto y lleno de dolor. La ausencia de una figura materna no solo impacta emocionalmente a estos menores, sino que también agrava las dificultades económicas y sociales que enfrentan las familias afectadas. A dos años del primer fallecimiento, el dolor y la angustia de aquel episodio trágico en Durango persisten, y los afectados demandan respuestas y un apoyo real por parte de las instituciones responsables.