En la colonia La Ponderosa, dos familias luchan por sobrevivir ante la precariedad económica y problemas de salud, tras perder el acceso a los comedores comunitarios que les brindaban un apoyo vital.
María Sánchez, de 43 años, es el principal sustento de su hogar. Su esposo trabaja como guardia de seguridad y ella en una cocina, pero sus ingresos no son suficientes para mantener a sus dos hijos pequeños y a su hija mayor. A su vez, viven con su hermana, Isabel Dueñas, madre soltera que también enfrenta dificultades. Isabel vive con sus dos hijos, uno de ellos asiste a la escuela, y su hija mayor trabaja con ella en un local de elotes. A pesar de tener varios ingresos, estos no alcanzan para cubrir las necesidades básicas de ambas familias.
Por otro lado, Elena Flores, una madre soltera de 46 años, comparte su hogar con ocho personas. Tres de sus hijos ya son adultos, y uno de ellos está casado y vive con su esposo y sus tres hijos pequeños en la misma casa. La familia depende solo de dos ingresos: el de una hija soltera que trabaja en un local y el del yerno, que trabaja como albañil.
Ambas familias solían asistir a los comedores comunitarios, donde recibían comidas a bajo costo o gratuitas. Sin embargo, la falta de atención médica para Elena y los problemas de salud tanto en su familia como en la de María, provocaron que perdieran acceso a este recurso esencial, afectando su capacidad para alimentarse adecuadamente.
Los comedores comunitarios representan una herramienta crucial para familias en situación vulnerable, pero la pérdida de este apoyo ha dejado a estas dos familias en una situación crítica, con la alimentación como una de sus principales preocupaciones diarias.