La alarmante realidad de la salud en México se encuentra reflejada en cifras que no pueden ni deben pasar inadvertidas: 38.3% de la población padece de sobrepeso, mientras que un 36.9% enfrenta la obesidad. A estas estadísticas se suma un preocupante 81.0% de casos de obesidad abdominal, según datos proporcionados por la Salud Pública de México. Este escenario, que ha mantenido en vilo a los expertos durante años, evidencia una crisis sanitaria de magnitud considerable.
En un intento por contrarrestar esta epidemia, el 4 de octubre de 2019 se promulgó la aplicación de la NOM-051-SCFI/SSA1-2010, una normativa que exige la inclusión de sellos de advertencia en los empaques de alimentos, destinados a informar al consumidor sobre los riesgos para la salud asociados a contenidos nocivos como calorías, grasas saturadas, grasas trans, azúcares y sodio. Este sistema de etiquetado, avalado por la Organización Panamericana de la Salud, busca alertar sobre los peligros inherentes a una dieta basada en productos procesados y ultraprocesados, ricos en azúcares, grasas y sodio, factores determinantes en el alarmante índice de enfermedades crónicas en las Américas, incluyendo hipertensión, hiperglucemia y obesidad.
No obstante, los especialistas en nutrición y salud pública advierten que la mera implementación de estos sellos no es suficiente. La Dra. Sonia García Calderón, experta en el tema, subraya la urgencia de una educación nutricional que acompañe las medidas regulatorias. Según el Diagnóstico de Salud 2022 del Estado de Durango, las enfermedades cardíacas y la hipertensión lideran las causas de muerte, resaltando la imperiosa necesidad de adoptar hábitos de vida más saludables.
El sistema de etiquetado, si bien ha demostrado ser efectivo en otros contextos, enfrenta el desafío de trascender la categoría de mero adorno gráfico para convertirse en una herramienta de cambio real en el comportamiento del consumidor. La educación, tanto en el hogar como en la esfera pública, emerge como el pilar fundamental para una transformación significativa en la salud de la población. La concienciación sobre los riesgos asociados a la obesidad y las enfermedades derivadas es crucial, especialmente considerando que los adultos con obesidad presentan un mayor riesgo de desarrollar condiciones como diabetes, hipertensión y dislipidemias.
En este contexto, el llamado a la acción es claro: más allá de implementar medidas regulatorias, es imperativo fomentar una cultura de salud preventiva, donde cada individuo asuma un rol activo en el cuidado de su bienestar. El futuro de la salud pública en México depende no solo de políticas y normativas, sino de un compromiso colectivo hacia una sociedad más informada, consciente y saludable.