A veces, la vida nos lanza desafíos inesperados que ponen a prueba nuestra fortaleza y resistencia. Tal fue el caso de un grupo de 60 duranguenses, incluido el Ing. Alfredo Herrera Deras, quien ocupa el cargo de Secretario de Desarrollo Económico. Estaban en Acapulco, asistiendo a un Congreso de Minería, cuando la naturaleza los sometió a una prueba que jamás olvidarán.
El impacto del desastre en Acapulco es indescriptible. La magnitud de la devastación, la pérdida de vidas y la destrucción general dejaron una impresión imborrable en quienes lo vivieron. Lo que hace que esta experiencia sea aún más impactante es el hecho de que nadie esperaba tal desenlace. La falta de advertencia es una realidad que aún se está procesando.
Una de las cuestiones que ha dejado una impresión duradera en los afectados es la falta de coordinación inmediata por parte de las autoridades. Ante una situación de tal magnitud, la eficiencia en la respuesta y la coordinación son fundamentales. Desafortunadamente, en este caso, estas cualidades brillaron por su ausencia.
A pesar de la adversidad, la fuerza y ??la solidaridad del pueblo mexicano salieron a relucir. En medio de las dificultades, surgió un sentido de comunidad y apoyo mutuo que dio a los afectados una razón para mantenerse fuertes y unidos.
Sin embargo, uno de los colaboradores cercanos del Secretario, el subsecretario de minas Jesús Ramos, sufrió particularmente las consecuencias del desastre. Pues al momento de que el meteoro impactó, se encontraba a bordo de un taxi. Fué tan sorpresiva la entrada del huracán que tuvieron que quedarse en el automovil tanto él como el conductor. El relato es impactante, los vidrios del carro estallaron por la fuerza del viento, el vehículo se estremecia por las ráfagas de viento. Afortunadamente todo quedó en una anécdota. Esto subraya el impacto desigual que un evento de esta magnitud puede tener en la vida de las personas.
Ahora, mientras los 60 duranguenses están en camino de regreso a casa, es fundamental que mostremos nuestra solidaridad con nuestros amigos en el estado de Guerrero, quienes enfrentan una reconstrucción difícil y una recuperación dolorosa. El desastre en Acapulco es un recordatorio conmovedor de la fragilidad de la vida y la necesidad de apoyarnos mutuamente en tiempos de adversidad.