María Nevárez, de 66 años, sobrevive limpiando casas de manera ocasional. La precariedad define su día a día: algunas semanas gana 700 pesos; otras, no consigue nada. Vive con su hija y cuatro nietas, quienes este ciclo escolar regresaron a clases sin poder comprar todos los útiles necesarios. La hija de María enfrenta la misma incertidumbre laboral, sin un empleo fijo que les brinde estabilidad, la situación se agrava con la ausencia del esposo, quien, atrapado en el mundo de las drogas, dejó el hogar tras años de agresiones físicas y verbales.
La familia Nevárez está en una situación crítica. Sus ingresos son insuficientes para cubrir las necesidades básicas, apenas logran comer dos veces al día, y el pago de los servicios como la luz y el agua se ha vuelto inalcanzable. Los recibos se acumulan, y el riesgo de quedarse sin servicios básicos es una amenaza constante.
A pesar de la adversidad, María no se rinde, busca maneras de generar ingresos: vende gorditas y tamales cuando logra reunir un poco de dinero para invertir. Incluso sale a vender ropa que le han regalado, pero estas actividades apenas les permiten subsistir. La crisis económica ha golpeado duramente a la familia Nevárez, quienes hoy enfrentan un panorama desolador sin saber si mañana podrán cubrir siquiera lo más elemental.