Durante el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), las Fuerzas Armadas de México aseguraron un total de 28,159 armas de fuego ilegales en operativos contra los grupos criminales, según datos oficiales obtenidos a través de la ley de acceso a la información. Aunque estas cifras son altas, siguen siendo una fracción pequeña de las más de 200,000 armas que, según diversas fuentes, ingresan ilegalmente a México cada año desde Estados Unidos.
De acuerdo con el investigador Carlos Pérez Ricart, la dinámica de este tráfico de armas responde a la brecha entre los mercados de armas en ambos países: mientras en Estados Unidos las leyes son más permisivas, en México, las restricciones son más severas. El especialista alerta que cada día entran alrededor de 600 armas de manera ilegal al país, lo que contribuye significativamente a la violencia que afecta al territorio mexicano.
Entre las armas incautadas durante el gobierno de López Obrador se encuentran fusiles, ametralladoras, carabinas, escopetas, pistolas y hasta lanzacohetes. En los informes obtenidos, se detallan las cifras de incautaciones: en 2019 se aseguraron 4,992 armas, en 2020 fueron 4,145, y en 2022 aumentó a 5,749. Sin embargo, en 2023 y 2024, el número de armas aseguradas continuó siendo alto, con un total de 5,696 y 3,969, respectivamente.
El Gobierno mexicano también reportó la incautación de 52,939 armas entre 2018 y 2024, aunque esta cifra incluye las armas que entraron de contrabando, especialmente desde Estados Unidos. Los estados con mayor número de armas aseguradas son aquellos que históricamente han tenido altos niveles de violencia, como Tamaulipas, Michoacán, Jalisco, Guerrero, y Sinaloa.
El tráfico de armas tiene una relación directa con la violencia que atraviesa México. Según el investigador, las organizaciones criminales han utilizado estas armas para diversificar sus actividades ilícitas y expandir su control territorial. Actualmente, el 70% de los asesinatos en México se cometen con armas de fuego, una cifra que ha aumentado considerablemente en las últimas dos décadas, cuando solo representaban un tercio.
El comercio ilegal de armas no solo alimenta el crimen organizado, sino que también potencia la capacidad de los grupos criminales para cometer delitos a nivel nacional. Pérez Ricart destaca que las redes encargadas de abastecer a los cárteles provienen, en muchos casos, de Estados Unidos, y funcionan de manera estructurada, con algunas siendo incluso familiares.
Con la creciente violencia y la falta de políticas más estrictas en la frontera norte, las autoridades mexicanas enfrentan un desafío constante. La situación no muestra señales de mejora, ya que, además del aumento en las armas ilegales, el tráfico sigue siendo un negocio lucrativo para las redes criminales en ambos países.