El funeral del Papa Francisco, celebrado este sábado, estuvo marcado por su decisión de dejar de lado varias tradiciones históricas.
Francisco, quien falleció el pasado lunes a las 7:35 horas en la Casa Santa Marta, había dejado instrucciones precisas para que su despedida reflejara la humildad que caracterizó sus 12 años de pontificado.
Entre los cambios más notables estuvo la eliminación del uso del catafalco, una estructura elevada y adornada que durante siglos sostuvo el ataúd de los papas en ceremonias solemnes. Francisco pidió que su cuerpo fuera presentado en un sencillo ataúd de madera, recubierto interiormente con zinc, sin plataformas elevadas ni decoraciones fastuosas.
El catafalco tiene raíces en la Antigüedad Clásica y fue adoptado por la Iglesia en el siglo XV. Su uso alcanzó gran esplendor artístico en los siglos XVII y XVIII, sirviendo como símbolo de la grandeza pontificia. Sin embargo, Francisco decidió prescindir de él como parte de su mensaje de sencillez y cercanía con el pueblo.
Otra de las modificaciones importantes fue la eliminación de los tres ataúdes tradicionales (de ciprés, plomo y roble) y del "martillo de plata" que confirmaba oficialmente la muerte del papa. En noviembre de 2024, Francisco ya había aprobado una nueva versión del "Ordo Exsequiarum Romani Pontificis", documento que simplificó el protocolo funerario papal para enfocarlo en el aspecto espiritual.
Con su decisión, Francisco también suprimió el velorio privado. Su cuerpo fue llevado directamente a la Basílica de San Pedro, donde los fieles pudieron despedirse de él de manera abierta, sin las antiguas formalidades que separaban al pontífice del pueblo.
Este último gesto de Francisco es visto como una declaración de principios: quería que su funeral no hablara de poder o grandeza terrenal, sino de fe, esperanza y vida eterna. Fiel a su estilo, el papa de los pobres eligió predicar con el ejemplo hasta el final, recordando que lo importante no es el boato, sino la esencia del mensaje cristiano.