El 19 de Mayo, se celebra el Día Mundial de la Hepatitis, tipo B y C, con el objetivo de concienciar a la población en general sobre estas afecciones cuyo virus está presente en 1 de cada 12 personas.
La hepatitis C generalmente no presenta síntomas, por eso se la llama la "enfermedad silenciosa". El virus C (HCV) destruye lentamente células hepáticas y puede, con el transcurso de los años, producir cirrosis o cáncer hepático. La hepatitis C se transmite cuando se produce un contacto entre sangre sana con sangre infectada por el virus C (transmisión vía parenteral), como puede resultar por no adoptar medidas asépticas adecuadas para la hepatitis C. Han ocurrido transmisiones en el ámbito de la Sanidad pública y privada, mediante transfusiones o la utilización de hemoderivados para el tratamiento de otras enfermedades, así como también por compartir jeringas, en centros odontológicos, lugares de aplicación de piercings y tatuajes, podólogos, etc.
La hepatitis C, debido a sus características de ser una enfermedad mayormente asintomática, suele ser diagnosticada de manera fortuita en controles médicos de empresas, en las donaciones de sangre o en análisis prescritos por facultativos en búsqueda de otras patologías. Quizá por la fecha relativamente reciente del descubrimiento del virus C (año 1989) y por la propia complejidad de la función hepática, no todos los profesionales de la medicina están capacitados para el adecuado tratamiento de la enfermedad, y así sucede que o bien se le restan importancia, con las consecuencias negativas que tal actitud puede acarrear, o, por el contrario, aconsejan a los afectados pautas de comportamiento erróneas, lo que contribuye a incrementar el estado de depresión que genera la propia enfermedad y a intensificar el sentimiento de soledad en que viven muchos de los afectados.