Cada día que pasa hace falta, la extrañamos y siempre está en nuestras pláticas, recordamos su paciencia y amor, señaló la señora Teresita Coronado al recordar a su mamá, doña Esthela, quien falleció en 2003.
Amable, cariñosa y gentil y con un muy buen sazón que heredó a sus hijas, pues cuando prueban su comida es como volver al pasado cuando doña Estela se adueñaba de la cocina para consentir a sus hijos y nietos.
Cada año se reúnen todos los que pueden para visitarla, una se encarga de limpiar su tumba, otro más de acarrear el agua, otra coloca las flores y una más retoca de dorado las letras de su nombre, para que brille siempre como ella en su memoria, bromista y llena de alegría.
Cientos de personas acudieron este día al cementerio a diferencia del año pasado que permaneció cerrado al encontrarse la pandemia en su pico, algunos solo con una rosa en la mano, otros más en familia, con sombrillas y sillas para pasar el día, algunos más su sola presencia, sentados con la nostalgia del amor de mamá que permanece por encima de la vida y el tiempo.