El 10 de julio del año 2015 quedó grabado para siempre en la memoria de los colimenses, pues la magnitud de la erupción del Volcán de Fuego de Colima fue la mayor de la que se tenga registro desde 1913.
Según el Centro Universitario de Estudios e Investigaciones de Vulcanología, el evento eruptivo fue acompañado por un colapso de domo por empuje en el sector sur de la cima y produjo flujos piroclásticos por las barrancas de Montegrande y San Antonio, con distancias hasta de 10.3 kilómetros desde la cima, a ese estilo eruptivo la ciencia le denominó Boiling-over que se traduce a desbordamiento.
En ese mismo año tras la violenta erupción, se evacuaron a unas 500 personas en un radio de 12 kilómetros respecto del cráter y se activó la declaratoria de emergencia en cinco municipios del estado; Colima, Comala, Coquimatlán, Cuauhtémoc y Villa de álvarez. La actividad de ese entonces dejó cubierto de ceniza varias laderas y poblados cercanos.
Desde entonces la actividad del coloso de fuego ha sido constante aunque moderada. El 29 de enero del 2016, a las 16 horas con 59 minutos, el Volcán volvió a despertar con una potente explosión que emitió una columna eruptiva de 3 kilómetros sobre el cráter y que los vientos dispersaron hacia Jalisco.
Se tiene registro de que pasada la medianoche del 18 de enero del 2017, el Volcán de Fuego lanzó una fumarola de más de 2 kilómetros de altura, acompañada de material incandescente y ceniza. Protección Civil llamó a la población a extremar precauciones.
Durante eso años el Volcán continuó con actividad pero de menor potencia y ha permanecido en constante monitoreo por los investigadores del Observatorio Vulcanológico de la Universidad de Colima que lo vigilan muy de cerca. Hasta la fecha, la actividad es baja, aunque no está completamente dormido, por ello, la recomendación sigue siendo no acercarse a menos de 5 kilómetros del cráter.