Con un vasto tapiz arquitectónico que se extiende a lo largo de 1.75 kilómetros cuadrados, el Centro Histórico de Durango se erige como el más grande del norte de México. Su estructura, compuesta por 142 manzanas y aproximadamente 747 edificaciones que datan desde la fundación de la ciudad hasta el siglo XIX, resguarda no solo la historia viva de la región sino también un desafío contemporáneo: el abandono.
Actualmente, cerca de 520 de estos inmuebles se encuentran deshabitados, un vacío que contrasta dramáticamente con la riqueza cultural y patrimonial del área. A pesar de los esfuerzos significativos por revitalizar este corazón histórico ?como el proyecto de 2004 que renovó fachadas y estructuras en ruinas, modernizó locales comerciales y embelleció las calles con banquetas de cantera?, el Centro Histórico enfrenta un dilema de conservación y funcionalidad.
En la actualidad, el dilema se centra en el destino de estos espacios: mientras algunas familias optan por adaptar estos tesoros arquitectónicos a negocios, restaurantes o centros nocturnos, otras los dejan sucumbir ante el implacable paso del tiempo. La soledad y el deterioro marcan a estos edificios, que, a pesar de su belleza intrínseca, languidecen abandonados.
Ante esta situación, las autoridades locales están embarcadas en un proyecto ambicioso: la redensificación del área a través de la creación de un Distrito Innovador. Esta iniciativa busca no solo rescatar el patrimonio edificado sino también inyectar nueva vida y funcionalidad al centro histórico. Sin embargo, esta tarea no está exenta de desafíos. Organismos reguladores como el INAH y el ICOMOS subrayan la importancia de que cualquier intervención arquitectónica honre y preserve la esencia de las construcciones de los siglos XVIII y XIX, una perspectiva que choca con visiones más pragmáticas que abogan por una modernización más radical.
Con 200 edificaciones en la cuerda floja, a punto de colapsar, y enfrascadas en disputas legales o desinterés por parte de sus propietarios, el Centro Histórico de Durango se encuentra en una encrucijada. La necesidad de actuar es imperativa, tanto para evitar el peligro físico que representan las estructuras comprometidas como para revitalizar un espacio que tiene el potencial de ser un vibrante eje cultural, social y económico.
Esta es la realidad del Centro Histórico de Durango: un patrimonio extraordinario enfrentando el olvido, clamando por una intervención que equilibre la preservación con la innovación. La misión es clara: transformar este espacio en un lugar donde la historia y el futuro converjan, creando un distrito que no solo celebre el pasado sino que también abrace las posibilidades del mañana.