Manuel Sánchez Gómez. Agencia EFE
Mucho miedo a perder y mucho orgullo en Wembley, donde Inglaterra y Escocia empataron a cero en un duelo con más historia dentro del campo que fuera de él. La "Tartan Army" dio la cara, ahogó a los ingleses y firmó un empate que les deja vivos y con la cabeza alta en la Eurocopa.
Los habrá mejores, los habrá peores, pero pocos partidos en lo que va de Eurocopa como un Inglaterra-Escocia. El ambiente de la grada lo valía todo. El factor emocional era lo más importante. Tanto fue así que el empate contentó a ambas. A Inglaterra le vale para jugarse el primer puesto del grupo en la última jornada, a Escocia para maquillar el historial, olvidar el nefasto resultado del 96 y mantenerse con opciones ante Croacia.
Y es que en un Inglaterra-Escocia daba igual lo que ocurriera en el césped que siempre iba a haber una garganta cantando. De un lado se pitaba el "Flower of Scotland", pero los escoceses no podían replicar las casi 20.000 personas del "God Save the Queen". Se tuvieron que conformar con pitar a los aficionados que se arrancaban con el "Three Lions". En muchos momentos del partido lo más interesante pasaba en la grada y no en el campo.