La migración hacia Estados Unidos enfrenta un nuevo capítulo de incertidumbre con la llegada del próximo mandato de Donald Trump, quien asumirá el 20 de enero. Las políticas migratorias, ya de por sí estrictas, se prevé que se endurezcan aún más, afectando principalmente a los mexicanos, el grupo migratorio más numeroso en el país vecino.
Según la ONU, Estados Unidos alberga a 50.6 millones de inmigrantes, lo que equivale al 15.28% de su población. De este total, cerca del 23% son mexicanos, una cifra que evidencia la dependencia laboral y económica de esta comunidad. Sin embargo, más allá de cifras, la situación refleja una crisis humanitaria que México no ha podido enfrentar con políticas públicas efectivas.
Donald Interiano, rector del Instituto de Estudios Migratorios de Texas, destaca que México juega un doble papel en la migración: como expulsor de sus propios ciudadanos y como contenedor de migrantes de otros países. La falta de empatía y de una estrategia clara agrava las condiciones de quienes buscan un futuro mejor a costa de dejarlo todo.
Por su parte, el diputado federal Gerardo Villarreal del PVEM señaló que el Congreso mexicano no ha tomado acciones concretas para prepararse ante esta posible crisis. Afirma que no se han destinado recursos específicos en el Presupuesto de Egresos de la Federación para atender a los migrantes, lo que deja al país en una posición de desventaja frente al endurecimiento de políticas en Estados Unidos.
El tiempo apremia. Se trata de seres humanos cuyos derechos deben ser garantizados. México, como firmante de acuerdos internacionales en materia de migración, tiene la obligación de actuar con rapidez y firmeza. Mientras las políticas se radicalizan al norte del continente, millones de migrantes enfrentan un futuro incierto sin el respaldo de su país de origen. Y lo peor es que parece que no les interesa, al menos en el presupuesto.