El transporte público sigue siendo una de las principales fuentes de contaminación en la ciudad. Aunque el problema no es reciente, el incremento en la cantidad de vehículos particulares y el aumento de la movilidad diaria han intensificado la contaminación, especialmente en las horas pico. Durante estos momentos, se concentran gases tóxicos y partículas suspendidas que afectan la calidad del aire.
A pesar de los aumentos anuales en las tarifas del transporte público, destinados a cubrir el costo del combustible y el mantenimiento, muchas unidades siguen funcionando con sistemas obsoletos que emiten altos niveles de contaminantes. Esta situación no solo empeora la calidad del aire, sino que durante la temporada invernal también agrava los casos de enfermedades respiratorias debido a la combinación de bajas temperaturas y la acumulación de humos contaminantes.
Según la OMS, la principal fuente de contaminación del transporte urbano proviene de la quema de combustibles fósiles, como gasolina y diésel. A esto se suman las partículas resultantes de la abrasión de neumáticos y pastillas de freno, que incrementan la concentración de partículas en suspensión.
Existen proyectos ambientales, como uno diseñado hace más de una década, que podrían mitigar este impacto, pero aún no han sido implementados. Mientras se debaten nuevas tarifas para el transporte público, es urgente considerar la actualización de las unidades para reducir su impacto ambiental. Sin acciones concretas, la contaminación continuará afectando la calidad de vida de los duranguenses.