El consumo de una o dos bebidas alcohólicas, aunque en apariencia no cause una embriaguez extrema, puede tener efectos notables sobre la coordinación, el equilibrio y el control de los impulsos. El alcohol actúa como un depresor del sistema nervioso central, lo que significa que ralentiza la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo, afectando varias funciones cerebrales clave.
El equilibrio y la coordinación se ven comprometidos incluso con una cantidad moderada de alcohol. El cerebelo, es la parte del cerebro responsable de la coordinación y la estabilidad, es particularmente vulnerable a los efectos del alcohol.
Esto puede resultar en una marcha inestable, movimientos torpes o dificultad para mantener el equilibrio, lo que aumenta el riesgo de caídas o accidentes. Aunque la persona no se sienta completamente ebria, pequeñas alteraciones en su capacidad para controlar los movimientos pueden ser suficientes para poner en peligro su seguridad.
EL ALCOHOL AFECTA ACTIVIDADES CEREBRALES
El control de los impulsos también se ve afectado, ya que el alcohol disminuye la actividad en las áreas del cerebro relacionadas con la toma de decisiones y la regulación emocional, como la corteza prefrontal. Como consecuencia, la persona puede experimentar una mayor tendencia a tomar decisiones impulsivas, actuar sin pensar o involucrarse en comportamientos arriesgados. Por ello, es importante tener conciencia de cómo incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden alterar nuestras capacidades físicas y mentales, y actuar con precaución al consumirlo.