En México, el valor económico del trabajo no remunerado en actividades domésticas y de cuidados alcanzó en 2023 un histórico 26.3% del Producto Interno Bruto (PIB), según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)
Este porcentaje, el más alto registrado hasta ahora, representa 8.4 billones de pesos a precios corrientes, consolidándose como un componente esencial en el bienestar de la población. Del total, las mujeres generaron el 71.5%, mientras que los hombres contribuyeron con el 28.5%, lo que evidencia una importante desigualdad de género en la distribución de estas tareas.
El promedio anual de contribución por mujer fue equivalente a 86,971 pesos, una cifra que contrasta con los 35,682 pesos promedio generados por los hombres. Estas labores incluyen desde la alimentación y limpieza del hogar hasta los cuidados de niños, enfermos y personas mayores. Las actividades relacionadas con los cuidados y apoyos representaron el mayor porcentaje, seguidas por la preparación de alimentos y el mantenimiento de la vivienda.
El análisis también revela que entidades como Estado de México, Ciudad de México, Jalisco, Veracruz y Nuevo León registraron los mayores valores económicos derivados de estas tareas no remuneradas. Estas cifras no solo subrayan la magnitud del trabajo doméstico y de cuidados, sino también su rol indispensable en el funcionamiento social y económico de los hogares mexicanos.
La información proviene de la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM), una herramienta diseñada por el Inegi para medir el impacto económico de estas actividades. Este enfoque permite dimensionar mejor la carga laboral que, sin remuneración formal, recae principalmente en las mujeres. Los datos muestran que, aunque el volumen de horas dedicadas a estas labores es similar entre hombres y mujeres, el aporte económico de las primeras es significativamente mayor, reflejo de la cantidad y calidad de sus contribuciones en el hogar.
En términos de participación económica, este tipo de trabajo supera sectores como la industria manufacturera, el comercio y los servicios educativos, posicionándose como una fuerza fundamental, aunque invisibilizada, en la economía mexicana