Habitantes de Zihuatanejo que se contagiaron de Covid-19 y sobrevivieron, a tres años de la etapa crítica de la pandemia han tenido importantes aprendizajes que aseguran, van a durar para el resto de sus días.
Quién no recuerda el pánico, el temor que se vivía cuando diariamente se informaban sobre cientos de personas contagiadas y muchas que perdían la batalla; todos tuvieron un amigo, conocido o familiar que murió tras infectarse por el SarsCov2, aquel tiempo en el que los muertos ni siquiera podían ser dignos de un funeral de cuerpo presente, por el riesgo latente de contagio masivo.
Y es que el encierro era prácticamente obligatorio, por un lado te prevenía de contraer coronavirus, pero por el otro detonó problemas familiares y de salud mental, sin dejar de lado el desaprovechamiento escolar y por ende la deserción de muchos jóvenes.
Hubo quienes se enfermaron y sobrevivieron, aún sin contar con la vacuna que tardó 10 meses en desarrollarse, sin embargo hay secuelas que cambiaron la vida de hombres y mujeres, con las que han aprendido a vivir.
El turismo fue la principal actividad que se vio afectada en el destino, todos los hoteles y restaurantes fueron obligados a cerrar para evitar la propagación del virus, colapsó el arribo de turistas nacionales y extranjeros, un duro golpe que tardó más de un año en reponerse.
Afortunadamente hoy el número de traslados de emergencia de personas contagiadas se redujo a cero, una ardua labor que encabezaron elementos de la Cruz Roja y de Protección Civil municipal, quienes aún mantienen presente en sus mentes esas tristes historias; sacar de sus hogares a hombres y mujeres que en muchos casos ya no pudieron regresar.
Aunque la fase grave de la pandemia terminó, el temor se transformó en prevención y hoy en día la mayoría de los habitantes no bajan la guardia en las medidas preventivas; mantienen el uso de cubrebocas en aglomeraciones, se lavan constantemente las manos, desinfectan artículos y alimentos, así como superficies y las viviendas en general.