Con motivo del Año Jubilar 2025, el papa Francisco hizo un llamado a la comunidad internacional para establecer acuerdos que permitan aliviar o incluso cancelar la deuda de los países de bajos ingresos. Además, instó a que los recursos destinados al armamento sean redirigidos hacia la erradicación del hambre en el mundo, enfatizando la importancia de priorizar la solidaridad global por encima de los intereses bélicos.
Durante su discurso, el pontífice destacó que la deuda externa se ha convertido en un mecanismo de control utilizado por gobiernos e instituciones financieras de las naciones más ricas. Según sus palabras, estos actores explotan de manera implacable tanto los recursos humanos como naturales de los países más vulnerables, perpetuando la desigualdad.
Francisco, quien ha sido un defensor constante de las causas sociales a lo largo de sus 11 años de papado, reiteró su postura de que los países más desarrollados deben perdonar estas deudas, subrayando que los actos de filantropía aislados no son suficientes para abordar esta problemática
El Papa también hizo énfasis en que las naciones más pobres enfrentan una "deuda ecológica" derivada de los impactos del cambio climático, lo que agrava aún más su situación económica y social. Señaló que muchas de estas naciones no tienen la capacidad de saldar sus deudas actuales, lo que perpetúa un ciclo vicioso de financiamiento y endeudamiento. Por ello, propuso la creación de un nuevo marco financiero global que trascienda los gestos caritativos puntuales. Este marco, afirmó, debe estar basado en los principios de solidaridad y en una relación más equilibrada entre las naciones.
El Año Jubilar, que se celebra cada 25 años, comenzará el 24 de diciembre de 2024 con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro
La deuda externa de los países pobres con naciones desarrolladas es un tema crítico que afecta significativamente su desarrollo y bienestar. Actualmente, muchos países en desarrollo, especialmente aquellos con ingresos bajos, enfrentan una carga de deuda que ha alcanzado niveles alarmantes. Por ejemplo, en 2022, los 75 países de bajos ingresos que pueden acceder a créditos de la Asociación Internacional de Desarrollo (AIF) pagaron un total récord de 88,900 millones de dólares en servicio de deuda, mientras que su deuda externa total ascendía a aproximadamente 1.1 billones de dólares. Esta situación se ha agravado por el aumento de las tasas de interés globales y la disminución de nuevos préstamos, lo que ha llevado a muchos de estos países a destinar más del 10% de sus ingresos fiscales solo para cubrir los intereses de su deuda.
Entre los países más afectados se encuentran naciones como Zambia, que ha enfrentado crisis recurrentes de deuda, y otros en África subsahariana que han visto incrementos significativos en sus obligaciones financieras. En general, la deuda externa representa un obstáculo importante para el desarrollo económico sostenible, ya que limita la capacidad de estos países para invertir en infraestructura y servicios esenciales como educación y salud. Además, se estima que la carga total de la deuda externa ha aumentado un 134% entre 2012 y 2022, superando el crecimiento del Producto Nacional Bruto (PNB) en muchos casos.