El trabajo infantil es una de las realidades más desgarradoras que afecta a millones de niños y niñas en todo el mundo.
Este fenómeno no sólo roba a los menores su derecho a una infancia digna, sino que también pone en peligro su salud, desarrollo y futuro. Según datos de la UNICEF, se estima que 160 millones de niños y niñas se encuentran trabajando a nivel mundial, una cifra que aumentó en 8.4 millones en los últimos cuatro años.
El trabajo infantil hace referencia a cualquier actividad laboral realizada por un niño que es inapropiada para su edad y que puede poner en peligro su salud, seguridad y bienestar. Esta práctica incluye trabajos peligrosos, como el trabajo en minas, la agricultura con productos químicos, el trabajo doméstico abusivo o la explotación sexual.
En esencia, los niños involucrados en estas actividades son privados de su derecho a la educación, al juego y a un desarrollo saludable. El trabajo infantil perpetúa ciclos de pobreza y vulnerabilidad, impidiendo que los menores puedan acceder a oportunidades que les permitan tener un futuro mejor.
El trabajo infantil en el mundo: cifras alarmantes
De acuerdo con el informe Estimaciones Mundiales 2020, Tendencias y el Camino a Seguir, de esos 160 millones, 79 millones realizan trabajos considerados peligrosos, es decir, actividades que ponen en riesgo su salud física, su seguridad, su desarrollo moral o psicológico.
Este tipo de trabajos incluyen el uso de maquinaria pesada, la exposición a sustancias tóxicas o condiciones de trabajo extremas como las minas, los campos agrícolas con pesticidas, la construcción o el trabajo doméstico intensivo.
La región con el mayor número de niños en situación de trabajo infantil es África Subsahariana, con 86.6 millones de niños, lo que equivale al 23.9% de la población infantil de esa región. Esto significa que más de uno de cada cuatro niños entre 5 y 17 años trabaja, muchas veces en condiciones extremadamente duras y peligrosas.
En contraste, en regiones como Asia y el Pacífico, así como en América Latina y el Caribe, se han registrado avances, con disminuciones tanto en número como en porcentaje de niños trabajadores desde 2008.
El trabajo infantil afecta con más fuerza a los más pequeños: el grupo de edad de 5 a 11 años ha visto el mayor incremento, con 16.8 millones más en esta situación en 2020 en comparación con 2016.
Esto es especialmente preocupante porque son edades en las que los niños deberían estar recibiendo educación básica, desarrollándose mediante el juego y disfrutando de una infancia plena.
Además, la desigualdad de género también se hace presente: a nivel mundial, el 11.2% de los niños varones están en situación de trabajo infantil, frente al 7.8% de las niñas. Aunque la diferencia es significativa, también se reconoce que muchas niñas trabajan en sectores invisibles a las estadísticas, como el trabajo doméstico no remunerado o la ayuda en negocios familiares, lo que podría subestimar la dimensión real del problema en este grupo.
Por sectores, el 70% del trabajo infantil ocurre en la agricultura, incluyendo el cultivo de productos básicos, ganadería y pesca. La mayoría de estos niños trabaja en unidades familiares (granjas, talleres, pequeños comercios), muchas veces sin remuneración y bajo condiciones que no respetan ni su edad ni sus necesidades de descanso y educación.
A nivel global, estas cifras no sólo revelan una problemática estructural y urgente, sino que también evidencian una falla colectiva en la protección de los derechos de la infancia. Si no se actúa con rapidez y decisión, millones de niños seguirán atrapados en un ciclo de pobreza, trabajo y exclusión, sin acceso a la educación ni a oportunidades reales de desarrollo.
Leyes y esfuerzos para erradicar el trabajo infantil
En respuesta a esta problemática, organizaciones como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y UNICEF han desarrollado marcos legales y programas destinados a erradicar el trabajo infantil en todas sus formas.
A nivel mundial, dos convenios clave son el Convenio núm. 138 sobre la edad mínima de admisión al empleo y el Convenio núm. 182 sobre las peores formas de trabajo infantil. Ambos convenios establecen medidas claras para la prohibición del trabajo infantil y la protección de los menores en situaciones laborales.
En muchos países, las leyes nacionales también juegan un papel crucial. Por ejemplo, en México, desde 2012, la Ley Federal del Trabajo incluye un catálogo de trabajos prohibidos para niños y adolescentes, con el objetivo de proteger su integridad física y emocional.
Además, la creación de la Comisión Intersecretarial para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil en 2013 representa un esfuerzo gubernamental para abordar este problema de manera integral y coordinada.
A pesar de los avances en la legislación y la implementación de programas de erradicación, el trabajo infantil sigue siendo un desafío significativo en México.
Otro ejemplo es Estados Unidos, donde existe la Ley de Normas Laborales Justas (FLSA, por sus siglas en inglés) es la principal regulación federal que protege a menores trabajadores. Establece una edad mínima de 14 años para empleos no agrícolas, limita las horas de trabajo para menores de 16 años y prohíbe que menores de 18 años trabajen en ocupaciones peligrosas. Además, existen leyes estatales que pueden ser más restrictivas que la federal, y en esos casos se aplica la más estricta.
En Holanda, por su parte, el trabajo infantil está prohibido para menores de 13 años, salvo excepciones como espectáculos culturales o servicios comunitarios. A partir de los 13, pueden trabajar bajo regulaciones estrictas. Las empresas que operan en el mercado holandés tienen la obligación de ejercer debida diligencia en sus cadenas de suministro para prevenir el trabajo infantil, y enfrentan sanciones si no cumplen con esta responsabilidad.
Aunque se han logrado algunos avances en la lucha contra el trabajo infantil, el panorama sigue siendo sombrío. Según el informe de UNICEF "Estimaciones Mundiales 2020, Tendencias y el Camino a Seguir", el número de niños en situación de trabajo infantil ha aumentado en los últimos años, lo que indica que el progreso global se ha estancado. La meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de erradicar el trabajo infantil para 2025 parece cada vez más lejana.
El trabajo infantil es un problema mundial que requiere una respuesta urgente y coordinada de todos los sectores: gobiernos, organizaciones internacionales, sociedad civil y empresas.
Es fundamental que los esfuerzos para erradicar esta práctica se intensifiquen, garantizando que cada niño pueda disfrutar de su derecho a la infancia, a la educación y a un futuro digno. La lucha contra el trabajo infantil es, en última instancia, una lucha por la justicia, la equidad y la dignidad de los más vulnerables.