Él es Don Celso Ibarra, un bolero de 70 años de edad que cada mañana en punto de las 6 am sale de casa para dirigirse al centro de la ciudad zapatera, donde tiene que seguir trabajando durante toda la semana para comer, pagar deudas y además ayudar a sus hijos que por la pandemia quedaron desempleados.
Él es uno de los pocos afortunados que logró tener un lugar estable como bolero, aunque primero tuvo que esperar y aceptar el turno de 2 a 3 horas, sin embargo, la espera valió la pena y ahora trabaja más de 8 horas, sentado y esperanzado a que la gente requiera de su servicio.
Así como don Celso, miles de adultos mayores guanajuatenses no tienen una vejez digna, ya que, muchos de ellos tienen que trabajar a pesar de su edad y enfermedades.