El camino es largo, casi escondido, a los adentros de la comunidad de Ohuira, el recorrido no se hace solo, se está acompañado por observadores lejanos: coyotes, codornices o pichihuilas -como la llama los habitantes yoremes, que aún residen en la zona. Los cactus y maleza cada vez hacen menos visible el lugar, pero son las cruces que se mantienen erguidas, firmes como un faro a la distancia, son la guía para llegar al primer panteón de la comunidad Yoreme registrado en la zona norte de Sinaloa.
Entre tierras arenosas, dunas y caracoles recuerdan el mar que rodeaba el primer asentamiento indígena ubicado en esta zona, que ahora solamente deja ver el primer cementerio que guarda las historias y recuerdos de los primeros fundadores así como las tradiciones que aún rigen a sus habitantes.
"Ese asentamiento que había antes de Ohuira era donde se enterraban a los difuntos, cuando Ohuira todavía estaba más pegado a la orilla del mar", resaltó Felipe Montaño, Gobernador Indígena Yoreme.
Este panteón cobija a los antepasados de la comunidad, sus primeros pobladores. Ohuira en el paso de la historia registra tres asentamientos humanos: El primero se estableció a las orillas del mar, donde hoy sólo queda el panteón antiguo. Para especialistas que han visitado la zona esta área puede ser considerada prehispánica; sin embargo, hasta el momento su rescate no se ha concretado.
"Podría llamarse hasta prehispánico, porque de hecho fueron los primeros asentamiento humanos los que hubo en la región, y dice la historia que es más viejo que Los Mochis", señaló Guadalupe Pacheco, Comisariada Ejidal.
Actualmente está zona que aún mantiene habitantes de origen Yoreme, suma 236 ejidatarios con más de 2 mil hectáreas de cultivo y alrededor de 3 mil habitantes, quienes sus ofrendas cada día de muertos las realizan el nuevo cementerio.
Sin embargo, el panteón antiguo, como lo llaman, ya es poco visitado, solo queda en el recuerdo de los ancianos indígenas quienes, siempre con una sonrisa están dispuestos a compartir esta enigmática ruta.