El Acueducto de Morelia, una joya arquitectónica con más de cuatro siglos de historia, enfrenta un nuevo desafío: grietas y daños que ponen en riesgo su integridad. Desde su construcción en 1549, esta obra maestra ha resistido el paso del tiempo, pero recientes afectaciones estéticas están generando preocupación entre los expertos en conservación del patrimonio.
Según el Maestro Roberto Castillo Ceja, jefe del Departamento de Trámites y Servicios Legales del INAH, el acueducto, además de su valor histórico, cumple funciones viales en una extensión de 1.7 kilómetros. Sin embargo, su exposición al tráfico vehicular ha provocado daños, especialmente en los puntos de intersección con las calles, donde ha sufrido colisiones que han dejado marcas visibles.
No solo los accidentes de tránsito son responsables de estos deterioros. Las manifestaciones también han dejado su huella en el acueducto, con pintas y letreros que requieren ser retirados meticulosamente para evitar daños mayores. Dalia Maisner Bush, restauradora y conservadora del INAH, explica que la aplicación de pintura en aerosol penetra en la piedra, afectando su integridad y complicando su restauración.
Para abordar estos desafíos, los expertos han implementado diversas técnicas de restauración, priorizando métodos que minimicen el uso de solventes químicos y aditivos naturales para proteger la estructura. Sebastián Vergara, restaurador del INAH, destaca la importancia de evaluar el estado de conservación de cada piedra antes de proceder con la limpieza, mientras que Maisner Bush destaca el uso de cal pigmentada y baba de nopal como métodos de protección.
La conservación del Acueducto de Morelia y otros monumentos patrimoniales es una responsabilidad compartida. Se insta a la ciudadanía a ser vigilantes y respetuosos con estos legados históricos para evitar que sufran daños estructurales irreparables. Como símbolo de la riqueza cultural de Michoacán, la preservación del acueducto es fundamental para las generaciones presentes y futuras.