Corría el año de 1918, cuando la gripe española invadió Morelia y dejó gran cantidad de enfermos y muertos a su paso. La comunidad de San Nicolás de Tolentino, conformada por los padres agustinos, hicieron frente a esta gran pandemia.
Entre todos, destacaba Bruno, un joven novicio que estaba por ordenarse de sacerdote, quien pese al cansancio siempre se mostraba gustoso de servir, colocando paños de agua fría para calmar la calentura de los enfermos, alimentarlos, hacerles compañía y cuando era necesario, también ayudaba a cavar las fosas para los fallecidos. Poco a poco el desgaste físico fue notorio, a pesar de no tener ni 20 años, su aspecto lo hacía lucir mucho mayor.
Un día nublado, apareció una persona quien quería ayudar, rápidamente se emparejó con Bruno, y mientras acomodaba a los enfermos, le aconsejó al joven dejar el convento y huir a otra ciudad libre de la gripe. Por varios días continúo la insistencia, el nuevo inquilino incluso le ofreció oro y una carta de recomendación para conseguir empleo en otro lugar.
Bruno finalmente accedió, se acercó para recibir el oro y la carta, mientras se quitaba el cinturón con una cruz colgante,que le fue entregada justo a su hábito. Rápidamente colocó el cinturón en el cuello del oferente quien resultó ser un demonio.
De ahí en adelante, el demonio hacía lo que se le ordenaba, en servicio a los enfermos. Hasta que una tarde una grave calentura enfermó a bruno. Entre sus delirios escuchó la voz de la virgen del Socorro, quien le pidió que subiera a la torre del campanario, encontrara la campaña que nunca se había hecho sonar y la replicara.
Al mismo tiempo el demonio, lo maldecía y amenazaba con arrojarlo por el balcón si seguía subiendo. El frayle desfalleció por algunas horas. Al despertar volvió a escuchar ambas voces una muy dulce, le pedía que replicara la campana y la otra era agresiva y amenazante.
Finalmente, subió al punto más alto de la torre, llegó a la campana y la replicó con toda la fuerza que le quedaba, al instante comenzó a nevar, en toda Morelia, cubriendo los techos de blanco, disminuyendo con su frescura la fiebre de los enfermos, permitiendo la recuperación de los enfermos y erradicación de la gripe española
Esta campana aún está en el balcón derecho de la primera torre del templo de San Agustín, puedes diferenciarla porque su sonido es muy dulce y diferente a las demás.