En Michoacán, los usos y costumbres de los pueblos originarios han perdurado, por la herencia de generación en generación, es el caso de la medicina tradicional.
Rosa Orta, pertenece a la tercera generación de parteras, inició en la medicina tradicional a los 13 años, gracias a sus abuelos en la localidad de Tzipecua, municipio de Pátzcuaro.
Para Rosa, la paciencia, es la diferencia más grande a un parto hospitalario, más que un médico, son soporte emocional.
Con tés y plantas medicinales, ayudan a calmar el dolor de la futura madre y a propiciar la dilatación. El alumbramiento es preferentemente en el suelo, encima de un petate.
Crean un vínculo instantáneo con el recién nacido y su madre, procurando ser sus guías en el futuro y desarrollo de los niños.
Cada vez son menos las jóvenes que deciden tener un parto tradicional, en años anteriores, Rosa asistía de 5 a 10 partos diarios, actualmente hay días en el que no practica ninguno.
Una de sus hijas ya se prepara para preservar los conocimientos de la familia, adentrándose a la medicina tradicional, formándose también como partera.