Desde un día antes comenzó el ritual; limpieza de sepulcros, colocar velas, flores, alimentos y mucha fe para recibir a sus fieles difuntos.
Hermelinda es una de cientos de personas que con esmero alista la reunión para que familiares acudan al panteón a recibir y estar con los que se adelantaron.
Dentro del camposanto reinaba la reflexión; al exterior, la fiesta con música de viento, mariachi, y cantos tradicionales de comuneros y visitantes.
Al exterior de los panteones largas filas aguardaban el acceso, enmarcadas por el color vivo de las flores de Cempasúchil.
El calor de las velas apaciguaba un poco el frío, pero también lo hacían el ponche, atole, café que vendían en los accesos a los panteones.
Los turistas, tanto nacionales como extranjeros, reconocen a los comuneros de Michoacán por ser pioneros en esta tradición única en el mundo, y con rostros pintados disfrutan esta conmemoración.
Estas postales con vivos tonos naranjas y amarillos han maravillado a extranjeros que por primera vez viven esta experiencia, atraídos por la recomendación de quienes ya lo han experimentado, y quedan maravillados por ella.
Así transcurrió la primera noche de reunión, de esperar la visita de quienes murieron y que en esta fecha regresan para estar con los suyos, quienes no dejan de extrañarlos y tampoco de recordarlos.