En México y Estados Unidos, la migración de menores en situación de movilidad plantea desafíos urgentes en el ámbito educativo. A medida que miles de familias migrantes atraviesan o se asientan en zonas fronterizas, el acceso a la educación de calidad y la integración escolar se vuelven aspectos críticos para evitar rezagos educativos.
Según un informe de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), alrededor de 150 mil estudiantes de educación básica en México son migrantes, con cifras que reflejan un incremento anual de aproximadamente 10% en los últimos cinco años. Este fenómeno está particularmente marcado en ciudades fronterizas como Tijuana, Ciudad Juárez y Nogales, donde el sistema educativo enfrenta dificultades para absorber a los menores migrantes en condiciones óptimas.
Uno de los principales problemas identificados es la falta de documentos oficiales, como certificados de estudios previos, lo que dificulta la colocación de los estudiantes en niveles adecuados. A nivel nacional, el 65% de los menores migrantes en edad escolar presentan dificultades de integración debido a barreras idiomáticas y culturales, especialmente aquellos provenientes de comunidades indígenas de Centroamérica, de acuerdo con datos de la SEP.
Por otro lado, un estudio del Pew Research Center señala que, en Estados Unidos, el 22% de los estudiantes de origen migrante presentan un mayor riesgo de deserción escolar debido a factores como la inestabilidad económica, problemas de estatus migratorio y la presión de contribuir económicamente al hogar. En zonas como Arizona y Texas, los distritos escolares han registrado un aumento de hasta 35% en las inscripciones de menores migrantes en los últimos tres años, un incremento que desafía la capacidad de los sistemas educativos para brindar apoyo adecuado.
En este contexto, la migración presenta no solo retos, sino también oportunidades para enriquecer los entornos educativos mediante el intercambio cultural y lingüístico. Sin embargo, expertos advierten que, sin un enfoque inclusivo y políticas de apoyo específicas, el riesgo de rezago académico y la marginación social de los menores migrantes podría convertirse en un problema crónico en el sistema educativo de ambos países.