Desde su fundación en 1982, el Albergue para Migrantes San Juan Bosco ha sido un refugio y una luz de esperanza para más de un millón de migrantes que buscan el llamado "sueño americano". Fundado por Francisco y Gilda Loureiro el 31 de enero de ese año, este albergue ha sido un espacio vital para miles de personas en tránsito, deportados y aquellos en espera de asilo, ofreciéndoles no solo un lugar seguro para descansar, sino también alimentos, atención médica y apoyo emocional.
A lo largo de sus 42 años de operación, San Juan Bosco ha visto cambios significativos en los perfiles de quienes buscan su ayuda. En sus primeros años, la mayoría de los migrantes que pasaban por sus puertas eran hombres jóvenes, ansiosos por cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Hoy en día, las dinámicas migratorias han cambiado, y son muchas las familias completas que llegan a Nogales con la esperanza de un futuro mejor al otro lado de la frontera.
En la actualidad, el albergue atiende a un promedio de 50 a 80 migrantes diariamente, principalmente connacionales provenientes de estados como Guerrero, Michoacán, Zacatecas y Oaxaca. Estos migrantes son en su mayoría deportados, que regresan a México tras haber intentado cruzar hacia Estados Unidos o que fueron detenidos por autoridades migratorias en su intento por quedarse en el país vecino. A diferencia de los migrantes extranjeros, muchos de ellos no cuentan con la facilidad de acceder a programas como CBP ONE, que ofrece citas humanitarias a ciudadanos de otros países para recibir asistencia en Estados Unidos. Por esta razón, dependen en gran medida de la hospitalidad de albergues como San Juan Bosco para poder pasar la noche y recibir alimentos.
Aunque el número de migrantes nacionales ha disminuido en los últimos años debido a una mayor regulación en la frontera y programas de repatriación, el albergue sigue recibiendo personas extranjeras, principalmente de países latinoamericanos, aunque en menor cantidad. A través de este refugio, los migrantes tienen la oportunidad de descansar y prepararse para los siguientes pasos en su travesía.
A lo largo de su historia, el Albergue San Juan Bosco ha sido testigo de los retos y dificultades que enfrentan los migrantes, pero también ha sido un faro de esperanza en medio de la incertidumbre. Con el paso de los años, el trabajo incansable de la familia Loureiro y sus voluntarios ha demostrado que, más allá de las fronteras, la humanidad y la solidaridad pueden ser las herramientas más poderosas para transformar vidas.