Ser mujer no es fácil. Nunca lo ha sido.
A las mujeres nos ha tocado remar contra corriente y si se trata de crecer en nuestro entorno laboral, la cuesta para nosotras siempre es mucho más empinada. Eso lo tengo claro porque lo he vivido. Pero, lo cierto, es que nunca me han gustado las cosas fáciles. No es lo mío. Dar la cara sí, y callar voces con trabajo y resultados, también.
Hago esta reflexión porque en el recuento de mi vida profesional no ha habido un solo espacio que haya ocupado sin que en algún momento no haya sido sujeta de la violencia de género. Sí, esa violencia que tantas mujeres hemos callado, esa violencia que duele, esa violencia que te cala no solo a ti sino también a las personas que más quieres.
He vivido en carne propia la violencia de género que ha venido acompañada de señalamientos, burlas, acoso, discriminación, de todo tipo, críticas por mi apariencia, si estoy gorda, si estoy operada, si me visto bien, hasta cuestionamientos sobre mi capacidad para tomar decisiones? todo por el simple hecho de ser mujer.
Para nadie es ajeno que como candidata a gobernadora fui blanco de la campaña política más agresiva y feroz de la que se tenga memoria.
Recuerdo que desde el primer día ya tenía encima la dura lápida de una campaña que no solo se burlaba de mi aspecto, sino de cada una de nuestras vulnerabilidades como mujer. Pero quienes me conocen saben que soy una mujer decidida que se impone metas y las alcanza, que no me doblo tan fácilmente, mucho menos con burdas mentiras que se tejen en los desvaríos de mentes perversas, machistas y discriminatorias.
Siempre me he mantenido de pie y dando la cara, sin distraerme de mi trabajo y mis objetivos que son responder con resultados a cada responsabilidad que he asumido.
Hoy, una vez más, casualmente en medio de un proceso electoral, y justo un día después de que firmamos a nivel nacional el Pacto para la Democracia donde nos comprometemos a promover campañas electorales limpias, de altura y de respeto, soy sujeta de esa misma violencia que, basada en medias verdades y mentiras completas, como suele ser la violencia de género, pretende dañarme en lo personal y en lo profesional; pero esta vez fueron más allá, y no solo me dañan a mí sino a lo más preciado que una mujer puede tener, su familia, sus hijos. Creen que así nos van a doblar, pierden su tiempo, no saben que el temple se hereda.
No enumeraré cada uno de los absurdos e insultos que se han dicho, porque es darle juego a una campaña ociosa que lo único que busca es sembrar odio y confundir a quienes me han dado su confianza como gobernadora.
A ustedes, quiero decirles que hasta el último minuto de mi Gobierno seguiré trabajando como si fuera el primero, con toda la entrega, con todas las ganas y con todo el coraje que me hacen dar lo mejor de mí por este maravilloso estado que es tan dinámico que no admite distracciones. No hay tiempo para prestar atención a los oscuros y perversos propósitos de quienes parece que no tienen otro fin que denostar y destruir.
Una vez más les digo, Claudia Pavlovich, la mujer, la madre de familia, la gobernadora, no se dobla, y mucho menos con historias ficticias y golpes bajos.
Sigo de frente dando lo mejor de mí para cumplir con toda responsabilidad el compromiso que he asumido con las y los sonorenses de hacer juntos un mejor Sonora.