La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó la adicción a los videojuegos en la nueva edición de su manual de enfermedades (CIE-11), actualizando la clasificación que estaba en vigor desde 1990. Esta adicción se considera un trastorno mental en la categoría de desórdenes de uso de sustancias o comportamientos adictivos. Pero, ¿qué implica realmente esta adicción?
En México, los videojuegos han experimentado un crecimiento notable, convirtiéndose en una forma de entretenimiento popular entre jóvenes y adultos. Sin embargo, este auge también ha dado lugar a preocupaciones sobre la adicción a los videojuegos. La inmersión excesiva en estos juegos puede llevar a comportamientos compulsivos que interfieren con las responsabilidades diarias, las relaciones sociales y la salud mental.
La adicción a los videojuegos, también conocida como "gaming disorder", se caracteriza por un patrón compulsivo y persistente de jugar videojuegos, ya sea en línea o fuera de línea. Este patrón suele llevar a un deterioro significativo en áreas importantes de la vida, como el ámbito personal, familiar, social, académico y laboral. Entre las características principales de este trastorno se encuentran:
Para ser diagnosticado con este trastorno, el comportamiento debe manifestarse durante al menos 12 meses, aunque este período puede ser reducido si los síntomas son graves. Los jóvenes, en particular, utilizan los videojuegos como una forma de entretenimiento donde toman decisiones y elaboran estrategias de manera autónoma.
El confinamiento debido al COVID-19 aumentó el uso de videojuegos en todas las edades, y entre los adolescentes, se observó un incremento en el uso abusivo y compulsivo. Según una encuesta realizada por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones en 2020, que abarcó a 2037 personas entre 14 y 87 años, el 9% de los menores de edad (14 a 17 años) presentaron signos de posible trastorno por videojuegos, frente al 6,9% de los adultos.
En 2020, 72,3 millones de mexicanos declararon ser jugadores de videojuegos, en una encuesta realizada por Statista
Las adicciones no se limitan a sustancias químicas; los comportamientos aparentemente inofensivos también pueden volverse adictivos y afectar gravemente la vida cotidiana. Los nativos digitales, que crecen con la tecnología desde edades tempranas, buscan gratificación instantánea a través de estímulos intensos que liberan dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer. Este circuito dopaminérgico se activa con las acciones y decisiones en los videojuegos, creando un ciclo de deseo, acción y recompensa.
Para abordar esta problemática, es crucial estar atentos a los cambios de comportamiento y detectar signos de adicción. Los padres pueden seguir algunas recomendaciones para ayudar a sus hijos:
Finalmente, los padres deben estar alertas a los cambios en el comportamiento de sus hijos y consultar al pediatra si el juego interfiere con otras actividades. Así, podrán optimizar los beneficios de la tecnología mientras minimizan los riesgos asociados.