Hace unos 70 años, a la estación de ferrocarril Esperanza, ubicada en este municipio, llegaban miles de personas de distintas partes de la república, para llegar a Veracruz, Mérida, la capital poblana y la Ciudad de México, era necesario pasar por aquí, sin embargo existían unas personas muy importantes en este lugar, las vendedoras de Esperanza.
Hablar de estas mujeres es remontarse a miles de historias, con canasto en mano, el tradicional rebozo para cubrirse de los fuertes vientos que corrían en el lugar debido al clima y a la llegada de los trenes, para estas mujeres vendedoras, sortear la vida en medio de trenes era su medio día a día .
"Pues en estas cositas, que están detrás de nosotros daba vueltas y vueltas cuando era mas pequeña, después vi que le pagaban y llevaba su dinero, ayudaba a ofrecer y si se le vendían sus gorditas, ya terminamos de aquí, pues salimos de allí a una bodega que está allí, se sentaban todas las señoras a veces les sobraba un poco de lo que traían a vender".
Originaria de una comunidad aledaña a Esperanza doña Maricela, es la tercera generación de vendedoras, donde, enchiladas, tacos de canasta, chicharrón y toda clase de comida y bebidas se vendían, y le daba ganancias a las cientos de mujeres de la zona.
"El tren era un sustento para esas mujeres que no se dejaban vencer, que venían y de ahí salían para mas que nada era la comida, para sobrevivir no, porque no eran grandes platillos, no nada, nada mas era para sobrevivir, pero gracias al tren, salieron adelante muchas, bueno, nos dio clases, nos dio que aprendiéramos a leer".
La falta de empleos en este municipio hizo que las mujeres tuvieran que buscar la manera de sobrevivir para llevar dinero a casa
"Esta estación de los trenes que pasaban dio vida a las familias, yo creo que no hubieran habido estos trenes ferrocarrileros yo pienso que a lo mejor no sobrevivía la gente, yo creo que se morían de hambre porque es muy difícil sin un sueldo seguro".
Hoy los recuerdos invaden a las pocas vendedoras de Esperanza que aún quedan y que se sienten orgullosas de haber pertenecido a esas mujeres que movían la economía de Esperanza.