En la actualidad, el alcoholismo ha alcanzado proporciones preocupantes, convirtiéndose en un problema de salud pública de gran magnitud. Se observa una creciente normalización del consumo de alcohol como complemento de celebraciones o como un "placer merecido" tras una jornada laboral extenuante.
Según datos proporcionados por el Centro de Integración Juvenil de Salamanca, en México, son los jóvenes masculinos de entre 12 y 17 años los que están comenzando a experimentar con el alcohol en edades tempranas. Sin embargo, no se limita a esta franja etaria, ya que se registran casos en menores y mayores.
Los efectos físicos asociados al alcoholismo son alarmantes, incluyendo cirrosis hepática, alteraciones neurológicas, problemas pancreáticos, cardiovasculares y degenerativos, así como trastornos mentales que van desde alucinaciones hasta ciertos tipos de cáncer en el sistema digestivo. Además, el alcohol afecta negativamente a los riñones, órganos encargados de eliminar esta sustancia del cuerpo, lo que puede llevar a problemas graves de salud.
El entorno familiar también sufre las consecuencias del alcoholismo, con numerosos casos de destrucción de relaciones familiares y dinámicas disfuncionales. Según estadísticas recientes, el 54% de las personas atendidas en 2023 por problemas relacionados con el consumo de alcohol también consumían otras sustancias, como el tabaco, lo que agrava aún más la situación.
El alcohol, una sustancia que actúa como depresor del sistema nervioso central, es responsable de al menos 7 mil muertes anuales en México. Estas cifras subrayan la urgente necesidad de abordar este problema de manera integral, mediante políticas de prevención, educación y tratamiento que ayuden a revertir esta tendencia preocupante y proteger la salud y el bienestar de la sociedad.