Los comercios del centro histórico de Salamanca se han visto obligados a cerrar sus puertas en medio de una creciente ola de inseguridad y extorsiones que siguen afectado gravemente la vida comercial de la zona. Muchos de los negocios, sumidos en el temor a represalias, se han mantenido en silencio, mientras que otros han optado por medidas de prevención drásticas, como la instalación de rejas en sus establecimientos.
La situación se ha vuelto insostenible para el comercio local, ya que cerca del 50% de los negocios en el centro histórico han sido víctimas de robos, algunos de ellos a mano armada. Los delincuentes no solo han dirigido su atención a los establecimientos, sino que también se han registrado cristalazos en los vehículos estacionados en la periferia del centro histórico.