La "cruda" o resaca es una serie de síntomas mentales y físicos desagradables que se experimentan después de consumir alcohol en exceso, y algunos de los síntomas son fatiga, debilidad, sed, dolor de cabeza, dolores musculares, náuseas, dolor de estómago, vértigo, sensibilidad a la luz y al sonido, ansiedad, irritabilidad, sudoración y aumento de la presión arterial, variando de la cantidad de alcohol y de la persona.
Estos síntomas son provocados por una serie de factores como la deshidratación, ya que el alcohol es un diurético, lo que significa que aumenta la producción de orina y puede deshidratarnos, provocando síntomas como dolor de cabeza, sequedad en la boca y fatiga. Asimismo el sueño interrumpido, pues las personas pueden quedarse dormidas más rápido después de beber alcohol, aunque su sueño está fragmentado, tendiendo a despertar antes, lo cual contribuye tanto a la fatiga como a la pérdida de productividad.
De igual modo exceso de alcohol puede desencadenar una respuesta inflamatoria en el cuerpo, lo que contribuye a síntomas como malestar general, dolores musculares y fatiga; además el consumo excesivo de alcohol puede desencadenar una respuesta inflamatoria en el cuerpo e irritar el revestimiento del estómago, provocando náuseas, vómitos y malestar abdominal. Por otra parte, cuando el hígado metaboliza el alcohol ingerido, descomponiendo sus partículas, genera el compuesto acetaldehído, un subproducto tóxico de vida corta que contribuye a la inflamación del hígado, el páncreas, el cerebro, el tracto gastrointestinal y otros órganos.
Para reducir los efectos de la resaca, es importante beber con moderación, alternar el alcohol con agua, comer antes y mientras se bebe, y descansar adecuadamente. Cada persona puede experimentar la resaca de manera diferente, por lo que las estrategias para aliviarla pueden variar entre dependiendo de cada individuo.