La vitamina C o ácido ascórbico, es un nutriente vital para el buen funcionamiento del cuerpo, ya que cumple con diversas funciones esenciales como formar el colágeno, una proteína que se usa para fabricar los ligamentos, los vasos sanguíneos, los tendones y la piel, manteniéndola elástica y firme, reduciendo los efectos del envejecimiento relacionados con la exposición al sol y otros factores; además, ayuda a la sanación de heridas, en la formación del tejido cicatricial, a reparar y mantener los dientes, el cartílago y los huesos, así como ayudar en la absorción del hierro.
Esta vitamina está asociada con la reducción del riesgo de varias enfermedades y condiciones de salud, sobre todo en esta temporada de frío, pues aunque no previene directamente los resfriados, puede ayudar a reducir su duración y gravedad, además de fortalecer el sistema inmunológico para combatir infecciones; asimismo, funciona como antioxidante, ayuda a proteger contra el daño oxidativo en las células, reduciendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares, al mejorar la salud de los vasos sanguíneos y reducir la inflamación; también contribuye a prevenir o tratar la anemia debido a que mejora la absorción de hierro no hemo de fuentes vegetales; y una ingesta adecuada ayuda a reducir la presión arterial.
Aunque no es una cura directa para estas enfermedades, agregarla a una dieta balanceada reduce el riesgo a desarrollarlas, además nuestro organismo no la produce ni la almacena por lo que es necesario ingerirla diariamente para evitar su escasez en el organismo, mejorando así la salud en general. Esta puede ser encontrada en frutas, como el melón, el kiwi, las fresas, y los cítricos como naranjas o limones, hasta verduras como el brócoli, col de bruselas, el tomate y el coliflor, entre otros.