En Salamanca, donde la tradición y el oficio se entrelazan en cada rincón, encontramos a Salvador, un apasionado zapatero que ha dedicado la mayor parte de sus 73 años de vida al noble arte de la reparación del calzado.
Originario de Irapuato, pero Salmantino de Corazón, Don Salvador ha heredado una tradición que se remonta a su infancia, cuando a la edad de trece años comenzó a aprender el oficio de su padre. A lo largo de seis décadas, ha perfeccionado su habilidad con cuero y su destreza con el martillo y la aguja. Su taller, situado en la calle Zaragoza, entre Matamoros y Guerrero, es un remanso de creatividad y maestría donde los zapatos cobran vida.
El trabajo de zapatero le llena de satisfacción, comparte Salvador con una sonrisa en el rostro, con un brillo en los ojos, recuerda anécdotas de los tiempos en que trabajaba junto a su padre, quien, lamentablemente, ya no está en este mundo terrenal. Cada puntada, cada corte y cada detalle en su trabajo le recuerdan a su mentor y le llenan de orgullo.
Pero Salvador no está solo en su pasión por el oficio de zapatero, comparte esta tradición con su hermano y uno de sus hijos, quienes han abrazado el legado familiar y trabajan incansablemente en el taller, continuando la tradición que ha perdurado a lo largo de generaciones.No fue un camino sencillo para Salvador. En su juventud, se enfrentó al desafío de equilibrar su educación con el trabajo en el taller.
Sin embargo, su determinación lo llevó a superar obstáculos, convirtiéndose en un experto en el oficio que tanto ama.La historia de Salvador es un recordatorio de la importancia de preservar las tradiciones familiares, a través de su trabajo, teje una historia que conecta generaciones y rinde homenaje a la dedicación y la pasión por un oficio. Su taller en Salamanca es un refugio de creatividad, un lugar donde la historia y la tradición se cosen juntas en cada puntada.