Tras la festividad de Día de Muertos, la soledad, el silencio y el ambiente sombrío volvió a cubrir los cementerios, los pasillos lucen desiertos y se puede percibir el silbido del viento, las flores empiezan a marchitarse y vuelve a reinar una paz lúgubre.
Los sepulcros, las viejas lápidas, las cruces, las figuras de Cristo, de la Virgen de Guadalupe y de los Ángeles, permanecen como fríos vigías de los restos mortales que yacen en los camposantos.
Han quedado atrás el 1 y 2 de noviembre y los panteones han quedado sin vida, se abre una pausa en la convivencia entre vivos y muertos, habrá de transcurrir un año para que la tradición vuelva a revivir lo que desde tiempos ha sido un cuestionamiento sin respuesta: ¿Existe vida después de la muerte?
La visita de los muertos a este plano terrenal, es un fenómeno impregnado de historia, de cultura e identidad, un fenómeno que reaviva el lazo de unión entre vivos y muertos? Habrá de transcurrir un año para que vuelva la vida a los panteones, mientras tanto, queda la soledad, el silencio y el ambiente lúgubre de tumbas y mausoleos, de esos refugios donde aguardan los Fieles Difuntos.