Nadie es más decisivo en los últimos tiempos en el Atlético de Madrid que Ángel Correa ni nada es tan dañino frente al conjunto rojiblanco como un error como el que cometió Kiko Casilla en el minuto 39, aprovechado por el '10' argentino y el único factor diferencial de un partido discreto.
El actual campeón de la Liga, reencontrado con su afición, sólo contó dos oportunidades; su adversario, dos tiros fáciles para Jan Oblak. Nada más en un encuentro que se decidió en ese instante, porque ni el Atlético ni el Elche merecían entonces nada más que un empate, que no lo fue por un fallo... Y, otra vez, por Correa.
Aquella condición impredecible de 'Angelito' hoy es historia. Cada vez más fiable, su pegada propone al Atlético en las primeras posiciones con pleno de victorias, dos de dos, con tres goles suyos. Prescindible hace dos años, a punto de salir del club, hoy es indispensable. Para ser campeón y ejercer como tal en el presente.
Un año y medio después ante su gente, sus aficionados, aún con las restricciones, aún con nada más un 40 por ciento del aforo, el Atlético se encontró con un partido de los de siempre en los últimos tiempos en su territorio, cuando el rival lo ha analizado tanto, lo tiene tan estudiado, que sabe cómo contrarrestar sus mecanismos. No la da un metro en el repliegue. Ni un espacio para el contragolpe.
Todo lo desencadenó un fallo del portero Kiko Casilla en el minuto 39. Sin eso, nada habría sido posible, porque el pase largo de De Paul habría sido inalcanzable para el '10' rojiblanco, que está sobrado de fe. Él fue, por si acaso. El guardameta le dio al aire. El resto pertenece a la confianza que tiene en la actualidad y al talento que siempre ha tenido: su recorte para acomodarse el tiro y su golpeo con el exterior derecho a la escuadra contraria (1-0).
Se rehizo luego el cancerbero en un cabezazo de Giménez nada más empezar el segundo tiempo, cuando el Metropolitano tuvo la ocasión, al final, de aclamar a Luis Suárez. A su '9'. Un año después. Sólo había saltado a calentar. Cuando entró al campo, ya a falta de 29 minutos, estalló la grada. El partido, entre tanto, seguía 1-0.
No es nada nuevo, tampoco, que el Atlético es un jeroglífico para cualquiera cuando se pone por delante en el marcador, que limita a muy pocas las opciones de su adversario sobre el marco de Jan Oblak. Lo sintió el Elche, que se propuso más en ataque, que lo intentó más, en el que debutó Darío Benedetto, que probó a Oblak, pero que se quedó en algún tiro lejano, en algún centro, nada más en amagos.
Tampoco es nada extraño el padecimiento final del equipo rojiblanco, que, en ese filo tan exiguo que representa para cualquiera el 1-0 a su favor, salió ganador, por el fallo de Casilla y por Correa, que lo sostiene invencible y entre los mejores, tan candidato como hace un año a estas alturas a lo máximo, con un pleno de dos triunfos mucho más reseñable en cantidad que en calidad. EFE