Entre los personajes oaxaqueños asociados a la figura de Don Porfirio Díaz, destaca la de una mujer, la cual afirman que permaneció enamorado toda su vida: Juana Catalina Romero.
Hablar de doña Juana C. Romero es remontarse a la historia de un ícono en la región del istmo. Ella, originaria del Barrio Jalisco en Santo Domingo Tehuantepec nació el 24 de noviembre de 1837 y se le atribuye un sinfín de actividades benéficas para su pueblo y la república mexicana.
Historiadores aseguran que conoció a Don Porfirio Díaz cuando éste llegó al Istmo de Tehuantepec en 1859, a partir de ahí iniciaron una relación que culminó únicamente con la muerte del General en 1911.
Su estilo refinado, la presencia y el porte que mostraba la llevaron a convertirse en una distinguida mujer.
Por fundar escuelas, hospitales e iglesias, en la capital espiritual del istmo se le reconoce como la principal benefactora, y por ello en el parque Central Miguel Hidalgo se encuentra una estatua de ella con la que es recordada con agradecimiento.
Este 19 de octubre se cumplen 103 años desde que falleció una gran mujer, ejemplo de lucha constante y valores humanos.
Una de las razones para conservar y compartir públicamente la herencia histórica de Juana Cata es la reivindicación de su imagen de mujer libre, pasional, inteligente e industriosa, porque es el modelo vivo de las tehuanas de hoy en día.