Cada Viernes Santo, las calles de Juchitán se convierten en un escenario de profunda espiritualidad y respeto.
Al caer la noche, la comunidad entera acompaña en procesión la imagen de Cristo yacente, en un recorrido marcado por el silencio, la fe y el orgullo de las raíces zapotecas.
La atmósfera es única: el titilar de las velas, el aroma del copal y los cantos en lengua Didxazá envuelven el ambiente.
Destaca la participación de las mujeres juchitecas, que visten con enaguas bordadas y joyería tradicional, llevando flores y veladoras como símbolos de duelo y esperanza.
Los hombres, con atuendos ceremoniales, cargan las andas con solemnidad y devoción.
Más que un acto religioso, esta procesión representa una manifestación viva de identidad comunitaria, reafirmando la herencia cultural y espiritual del pueblo zapoteca.